Hace unos años me pidió una cita un consultor del Banco Mundial a quien le habían encargado un estudio sobre la situación de las Islas Galápagos. Luego de una larga entrevista en que me hizo decenas de preguntas, me formuló una última: “Dígame señor Sevilla, si le pido en una sola frase que diga cual es el problema central de Galápagos, ¿usted que diría?” y yo le contesté: “Más es mejor”. El quedó perplejo y con cara de interrogación me pidió que me explicase.Entonces le dije que en el mundo existe una cultura que califica como bueno y deseable el crecimiento. Así un país como China, que ha logrado crecer en los últimos 15 años a tasas superiores al 8%, está mejor que otro que sólo logra crecer al 4%. Con esta lógica no nos ponemos a considerar a costa de qué se produce este crecimiento. Poco importa en la calificación de “bueno” si el incremento de la economía produjo degradación de los recursos naturales o afectó negativamente la salud, la equidad o la dignidad de un pueblo. Así, el sector pesquero estará mejor este año si pesca más que el anterior; la burocracia se sentirá que progresa si el Estado le aporta mas dinero y puede contratar mas personal; el sector turístico se sentirá que va por buen camino si logra aumentar el flujo de turistas y el sector científico estará contento si dispone de más investigadores y hace más estudios. Si queremos que Galápagos perdure para siempre, debemos aprovechar responsablemente el recurso, compartiendo los beneficios con todos los actores y esto parte de la implantación voluntaria o forzada de un límite al crecimiento.